Amigos o enemigos

Conforme avance el calendario electoral en Estados Unidos los temas diferenciadores entre republicanos y demócratas comenzarán a aparecer en la palestra política. Uno de ellos, ancestral, por cierto, será la relación con su vecino y principal socio comercial: México.

Las posturas tenderán a radicalizarse e ir subiendo de tono. Y aunque ya nos hemos acostumbrado a ser la piñata de los candidatos en las elecciones norteamericanas, en esta ocasión creo que la aproximación será distinta. La desesperación del Tío Sam por las decenas de miles de víctimas fatales por sobredosis de fentanilo y el reclamo agresivo de los familiares de los difuntos nos está colocando en una posición comprometida.

El sentimiento de impotencia de las autoridades norteamericanas es grande. El hecho de no poder hacer mucho al respecto desde sus trincheras a la distancia mientras en México se nos percibe no como que estamos con los brazos cruzados, sino que los tenemos abiertos para dar abrazos cariñosos a quienes ponen la droga y se llevan la ganancia, mientras ellos ponen los muertos y pagan las consecuencias.

Ya no se trata solamente del inmigrante inofensivo que busca un futuro mejor para su familia. Ni siquiera el pollero que lo lleva o el burrero que importa estupefacientes menos peligrosas y más recreativas. Ahora se trata de un asesino silencioso que ya ha cobrado la vida, solo en el 2021, de alrededor de 70 mil ciudadanos estadounidenses, más de sus muertos contabilizados durante la guerra de Vietnam.

La prestigiada revista inglesa The Economist publicó hace unos días una encuesta preocupante. Hace un par de años el 65% de los ciudadanos norteamericanos consideraba a México como un aliando, mientras que solo el 22% nos percibía como enemigo. Ahora los números están empatados en 45%. La percepción de que somos sus enemigos se incrementó en 100% en menos de tres años, y la tendencia es al alza.

Figuras públicas de aquel país ya han comenzado a atizar el fuego considerando a nuestro país como cómplice de los carteles. Un reconocido comunicador norteamericano llegó a proponer el siguiente silogismo: “Ningún norteamericano ha sido asesinado por Rusia. Cientos de miles de norteamericanos han sido asesinados por México. Pero México es nuestro aliado y Rusia es nuestro enemigo. ¿Cómo funciona eso?”

Si el gobierno federal no endereza el rumbo y comienza a tomar acciones que convenzan a nuestros vecinos del norte, esperemos campañas plagadas de propuestas contra México, con todas las consecuencias políticas, comerciales, económicas y migratorias que puedan traer consigo. No podemos darnos el lujo de convertirnos en el principal enemigo de nuestro principal socio comercial y de la principal potencia del mundo.